“Yo pensé que sería siempre un autor minoritario, de culto, que mis lectores serían cinco o seis marcianos y nada más. Y lo asumí con mucha tranquilidad, y con mucha tristeza también, por supuesto. Entonces hay una resignación de mi parte, pero sigo luchando de manera incansable. Sigo yendo a bibliotecas públicas y a colegios y a clubes de lectura, haciendo “trabajo de base”, cosa que se hacía políticamente, pero no estéticamente. Y lo entendí en México, viendo a Paco Ignacio Taibo. Lo vi leyendo en fábricas, en cárceles y con obreros, y luego esas personas lo reconocían en la calle. Entonces me dije: “Esto es lo que quiero, guerrear la lectura, luchar por un país que tenga acceso a la literatura, a lo que a mí me cambió la vida”. Eso se fue dando lentamente. Y hay un momento en que, de pronto… ¡Pum! Dio resultados. La obra fue creando esa dinámica, pero no sé en qué momento ocurrió.”