“De la misma manera que tenemos enfermedades del cuerpo (y nadie puede cruzar la vida sin enfermarse de algo, así sea un resfriado), también es imposible pasar toda una vida sin deprimirse, sin sentirse mal, agobiado. ¿A dónde acudo? Si soy creyente puedo ir donde un sacerdote, donde un psiquiatra, puedo hacer una terapia, puedo intentar descifrar qué me está pasando y que mi mente me está jugando juegos y creando estados de ánimo que no son los mejores. Pero también están los libros. Tú puedes entrar en una novela y descubrir que el personaje está diseñado para ti y te cura, te sana de tus tormentos, angustias, dudas. Ese ejercicio catártico es de los estados mas maravillosos que tiene la literatura.”