“Para mí fue muy duro (la muerte de su madre), fue un duelo muy mal hecho, lleno de culpas y de recriminaciones. En algún momento me di cuenta de que me estaba enloqueciendo, yo ya no confiaba en mí, entonces tuve que pedir ayuda, hacer terapia y empezó una precipitación en el abismo, una caída, pero poco a poco me fui dando cuenta de que no era solo mi caída, sino era toda una sociedad la que se estaba cayendo, una sociedad entera, una civilización que se iba a pique. Este abismo personal era un abismo colectivo y allí empecé la novela. Siempre me rescata la escritura. Esta novela fue terapéutica para mí, espero que sea también para el lector y la lectora. Ojalá que en la medida que lean sientan que se sanan de dolores muy profundos dentro de ellos mismos”.