Fotografía real de la tumba del Padre Crespi por Andrea Regalado.
___Hace unos años, cuando me encontraba haciendo trabajo de campo para escribir El Mensajero de Agartha, visité el Museo de Metales Preciosos en La Paz, Bolivia. Entre los múltiples objetos sorprendentes, me tropecé uno muy particular al que los arqueólogos bautizaron como La Fuente Magna. Se trata de una vasija perteneciente a la cultura Tiahuanaco. Lo extraño de esta vasija es que tiene en su interior una serie de trazos en escritura cuneiforme. Recuerdo perfectamente que yo no salía de mi asombro, la miraba desde un ángulo y desde el otro, daba vueltas alrededor de ella, hasta que al fin exclamé:
___– ¿Cómo diablos llegó la escritura cuneiforme desde Mesopotamia hasta el centro de Sudamérica?
___Entonces un viejo con aspecto de trotamundos que estaba detrás de mí, de mirada felina y barba blanca, me dijo con un inconfundible acento francés:
___– Creo que la pregunta está mal formulada, mi querido amigo.
___Me pareció un poco pretencioso ese tono y me puse a la defensiva. Dije con seguridad mientras señalaba la vasija:
___– Esto es escritura cuneiforme. No hay la menor duda. Es la misma que vemos en la cultura mesopotámica.
___El anciano, esbozando una sonrisa sarcástica, me dijo acercándose un poco más al objeto:
___– Yo cometí su mismo error. Es comprensible. Pero la pregunta correcta es: ¿cómo diablos llegó la escritura cuneiforme desde América hasta Mesopotamia?
___En ese momento todo lo que había aprendido en el colegio, en la universidad y a lo largo de mi vida adulta explotó en mil pedazos. ¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido? El origen de la escritura quizás no esté en el Oriente Próximo, sino en nuestro continente, en
América.
___Luego me enteré de que el abuelo que me había corregido era un profesor francés de historia que vivía en Vietnam, y que estaba desarrollando una investigación, justamente, sobre la aún desconocida y fascinante cultura Tiahuanaco.
___Desde entonces no he dejado de pensar en esa vasija y he pospuesto una y mil veces un viaje que tengo pendiente a Cuenca en busca de los rastros de un sacerdote salesiano, ya
fallecido, llamado el padre Crespi. Se trata de un cura italiano al que los indígenas amaban y respetaban profundamente, hasta el punto de regalarle como ofrenda una serie de objetos de distinta índole, entre ellos varias láminas metálicas escritas en escritura cuneiforme.
___La historia de Crespi fue durante un tiempo una especie de leyenda, pero hoy en día hay una prueba irrefutable de la existencia de esos objetos: se trata de una grabación realizada por un documentalista inglés llamado Stanley Hall. En algún momento de ese registro que hizo Hall en un colegio de Cuenca, donde el sacerdote era profesor, vemos a Crespi sacando del fondo de un cuarto de chécheres una serie de láminas de oro en las cuales se alcanzan a distinguir varios trazos de escritura cuneiforme. Es un momento mágico, único, muy revelador. Y uno se demora en entender qué es lo que está viendo: se trata de El Dorado, del antiguo tesoro precolombino que tanto buscaron los conquistadores españoles. Ellos iban detrás del oro, pero el verdadero tesoro era otro: la escritura.
___Cuando el padre Crespi falleció, esos objetos, incluidas las láminas metálicas, desaparecieron por completo. Una hipótesis es que el Vaticano los mandó recoger y los tiene bajo llave en una bóveda en Roma. La segunda teoría afirma que los indígenas regresaron por ellos y los transportaron por las montañas hasta bajar a la selva y esconderlos en grutas donde están bien resguardados hasta el día de hoy.
___Hace poco el profesor Stephen Rostain, director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, descubrió una ciudad milenaria en el Amazonas ecuatoriano, en la zona de Upano, que podría estar relacionada con los tesoros de Crespi.
___Ese es el viaje que tengo pendiente y que espero realizar algún día: ir a Cuenca a averiguar qué se sabe de ese viejo sacerdote y qué dicen los lugareños de la sorprendente y maravillosa Biblioteca Metálica.