Martín
Fotografía de Amadeus


___A lo largo de estos años me viene sucediendo algo curioso: entre más me fatiga la maldad y la testarudez de mi propia gente, más conecto con las otras especies. Tengo una amiga que trabajó con aves rapaces en Ecuador y Argentina, y escucharla y ver sus videos me produce una extraña fascinación. Me recuerda que los indígenas precolombinos conectaban de manera muy profunda con esos pájaros y que un museo como el Museo del Oro, por ejemplo, nos muestra en detalle el nivel de hermandad que había con esos animales. En cada brazalete, en cada collar o pectoral que diseñaron en oro puro vemos el nivel de admiración y reverencia que sentían por esos seres alados que parecen ángeles caídos.
___Mis amigos y colegas de trabajo, Keco Olano y Heidi Muskus, tienen dos gatos negros que rondan por su apartamento, que se meten entre los computadores y que parecen entender a cabalidad nuestro trabajo porque curiosean las pantallas, revisan y observan como si fueran editores expertos de cómics. Parecen sacados del famoso cuento de Poe y algunas veces Keco y Heidi los han dibujado al fondo de una viñeta, escondidos entre nuestros otros personajes.
___Hace unos diez años conocí en México a Uma, una Border Collie de una inteligencia intimidante, y entablamos una amistad que nos duró dos semanas exactas. Me hacía reír cuando en las mañanas me mostraba los juguetes que tenía para que nos divirtiéramos un rato, se echaba a mi lado en las horas de las comidas y en las noches solía acercarse a mi cuarto para echar un vistazo y asegurarse de que estuviera descansando. El día de nuestra despedida, ya con las maletas en la puerta, no quiso decirme adiós y se escondió debajo de una mesa con cara de profunda tristeza. Le insistí, le rogué que nos diéramos un último abrazo, pero ella se negó rotundamente. Estaba muy digna y me rechazó con dureza.
___Un Springer Spaniel con el que siempre me he llevado bien es Amadeus, el perro de mi hermana y mi sobrina. Es de color chocolate y suele pasar a mi casa con absoluto desparpajo, se va hasta la nevera y empieza a golpear la puerta con su pata derecha porque sabe que ahí están los jamones y las salchichas. Deus, como le decimos cariñosamente, está ya viejo y con ciertos achaques, pero aún así sale a caminar a regañadientes todos los días en la mañana y en la noche. Es toda una lección de entereza verlo defendiendo mi patio de Picasso, el gato de los vecinos, que suele pasar a echarse en las piedritas diminutas del jardín como si fueran su playa personal.
___Y el otro día, en una tienda que queda en una gasolinera de Cedritos, un perro abrió la puerta él solo, entró como si nada y se sentó a mi lado.
___– Hola, viejo, ¿qué onda? -le dije saludándolo amigablemente.
___El animal se quedó ahí muy tranquilo. La chica que atendía me entregó un sándwich de jamón de pavo que yo estaba esperando y el animal me miró con verdadera ansiedad.
___– ¿Quieres un pedazo? -le pregunté mientras él empezaba a batir la cola.
___Obviamente terminé por darle el sándwich completo y tuve que pedir otro para mí. Luego salí a la calle y busqué al dueño o la dueña del animal por todas partes, incluidos los baños, y nada, no había nadie que pareciera conocerlo. Empecé a caminar y el perro se vino detrás de mí. Yo no dejaba de sonreír. Entonces, cuando llegamos a un semáforo, me detuve y le dije:
___– Hermano, si nos vamos juntos hasta mi casa tienes que entender que vivo solo, viajo a cada rato y no sé qué diablos voy a hacer contigo. ¿Sí entiendes?
Y el peludo me ladró feliz, como si la propuesta le pareciera fantástica, y me puso las dos patas delanteras en mi estómago. Yo no salía de mi asombro. Y cuando estaba a punto de sellar el trato con mi nuevo amigo, de pronto una mujer frenó muy cerca de nosotros y se bajó del carro diciendo:
___– Martín, ¿dónde carajos estabas?
___El perro no corrió a su lado con alegría, como era de esperarse. Se fue despacio, con cierta resignación, como si no tuviera otra salida. La mujer me explicó:
___– Se me escapó en la gasolinera y no me di cuenta. Pensé que seguía en el asiento trasero. Es insoportable.
___Se subió al carro de nuevo y arrancó. Martín me miraba a través de la ventana con verdadera tristeza. Yo me quedé en el andén sin saber qué hacer, levanté la mano para decirle adiós y muy dentro de mí sospeché que ahí, en ese carro, se acababan de llevar a alguien que, muy seguramente, me habría cambiado la vida para siempre.

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